15
Abr

Cómo testear un producto o servicio

A lo largo de los últimos años hemos hablado en este blog de prácticamente todas las fases del Design Thinking. Hemos señalado la importancia de empatizar correctamente, hemos explicado qué son los insights, hemos descrito distintas técnicas de creatividad y también hemos hablado de prototipado.

Sin embargo no nos habíamos parado a hablar de la última fase: el testeo. Hoy analizaremos un poco más en detalle en qué consiste y qué cosas debemos tener en cuenta para realizar un buen testeo. 🙂

Selección de la muestra

El testeo puede determinar el éxito o fracaso de nuestro proyecto, ya que testear el producto/servicio con nuestro usuario es primordial para saber si hemos dado en el clavo o, por el contrario, si hemos interpretado mal la información que recogimos en la fase de empatizar.

Por lo tanto, en esta fase nos apoyaremos en la información de los usuarios potenciales. Y para eso lo primero que debemos tener en cuenta es quién es nuestro target, cómo se distribuye en la población y cómo puedo hacer para obtener una muestra representativa de esa población para estudiar mi producto/servicio.

Hacer un estudio de mercado riguroso es una tarea compleja que, sin la formación y los recursos adecuados será difícil de llevar a cabo. Lo ideal es recurrir a profesionales que se dediquen a ello, puesto que lo van a hacer más rápido y con menos errores que si tratamos de hacerlo nosotros mismos. Sin embargo en ocasiones lo que nos interesa es tener una pequeña aproximación al mercado, obtener unas orientaciones sobre cómo podría funcionar nuestro proyecto. En este caso sí que podríamos intentar hacerlo por nuestra cuenta.

Cuando queremos estudiar un mercado (una población) normalmente no la analizamos en su totalidad, por lo que seleccionamos una parte de dicha población (una muestra) que reúna todos los requisitos para resultar representativa. Por tanto, el muestreo es una técnica estadística que consiste en seleccionar una muestra a partir de la población.

Aunque existen diferentes tipos de muestreo (probabilístico, aleatorio simple, aleatorio sistemático…), el que se utiliza con mayor frecuencia es el aleatorio estratificado, ya que es el que suele resultar más sencillo para llevarlo a la práctica.

Con el muestreo aleatorio estratificado se consideran, dentro de la muestra, diferentes categorías en las que se supone que sus miembros tienen cierto grado de homogeneidad (por ejemplo, hombres-mujeres, grupos de edad, profesiones, lugar de residencia…).

El siguiente paso será seleccionar individuos de cada una de las categorías, para tener un cierto grado de representatividad.

Imaginad que queremos estudiar la población de Galicia entre 18 y 65 años en función de si son hombres y mujeres y de si tienen entre 18 y 30 años, entre 31 y 50 años y entre 51 y 65 años. Tendríamos que ver en el INE qué población de mujeres entre 18 y 30 años hay y hacer una proporción en función del tamaño de nuestra muestra. Haríamos lo mismo con las demás edades y con el género masculino del mismo modo.

Definición de la metodología

Cuando probamos nuestras hipótesis, o en este caso nuestro producto/servicio, es fundamental seleccionar bien las herramientas que utilizamos para recoger datos. Disponemos de dos tipos de metodologías para recoger datos sobre nuestro producto/servicio: metodologías cuantitativas y metodologías cualitativas.

Recordemos que las herramientas cuantitativas nos sirven para cuantificar comportamientos, actitudes, necesidades… Conocer la medida en que un consumidor experimenta según qué cosas con nuestro producto/servicio. Mientras que las herramientas cualitativas profundizan en los porqués de esos comportamientos, actitudes o necesidades. Nos ayudan a entender y reformular nuestro producto para hacerlo más acorde a nuestro target.

Trabajo de campo

Una vez definido lo anterior realizamos el testeo eligiendo la o las herramientas que más se adapten a nuestro objetivo, para obtener el máximo de información posible. Podemos combinar varias herramientas, utilizar solo una, primero una y luego otra, etc.

Para ello tendremos que marcarnos unos objetivos con el testeo que se podrían dividir en categorías, por ejemplo para el caso de un producto podrían ser: funcionamiento del producto, estética, comodidad, utilidad, coste económico, etc.

Trataremos de formular una o varias preguntas/tareas para cada categoría, que nos servirán para saber si realmente nuestro producto o servicio cumple lo que nosotros nos proponíamos cuando lo diseñamos (atendiendo a las necesidades de los usuarios, esas que detectamos cuando empatizamos con ellos).

Con todo esto preparado pasaremos al trabajo de campo, es decir, a poner en práctica la estrategia seleccionada con nuestra muestra.

Análisis e informe

El último paso consistirá en coger toda esa información y hacer un análisis. Se trata de sintetizar todo lo encontrado en un breve informe que nos indique si vamos en la dirección correcta o no.

El informe consistirá en poner cada una de las categorías analizadas en el trabajo de campo y ver, para el conjunto de personas a las que hemos hecho el testeo, cuál es la respuesta mayoritaria. Si resulta relevante también se podría comparar por segmentos de población, por ejemplo, si hay diferencias entre hombres y mujeres o entre grupos de edad.

Las conclusiones del informe serán mejoras, detección de errores, posibles soluciones, etc., que nos servirán para mejorar o cambiar el producto o servicio antes de su lanzamiento al mercado.

Por último repetir una vez más que el Design Thinking trabaja por iteraciones, por lo que esta fase se puede repetir tantas veces como sea necesario hasta conseguir que nuestro proyecto esté listo para salir al mercado y ponerse en marcha. Y tú… ¿practicas el testeo? 🙂

Leave a Reply