claves buen discurso
10
Jul

El arte de hablar en público: origen y claves de un buen discurso

Índice

Aprende a hablar en público en 5 sencillos pasos con los sofistas
Fase 1: Inventio
Fase 2: Dispositio
Las partes de un discurso según los sofistas
Fase 3: Elocutio
Fase 4: Memoria
Fase 5: Pronuntiatio

Hace muchos, muchos años, en una galaxia cercana, concretamente en la nuestra, un grupo de irreductibles griegos crearon los cimientos de la civilización moderna casi sin despeinarse. A lo mejor eran un poco prepotentes. A lo mejor iban de guays. O a lo mejor eran unos auténticos cracks.

Una de las cosas que más le gustaba a los griegos era hablar. ¿Limpiar la casa? No. ¿Planchar las túnicas? No. Ahora bien, hablar y filosofar… Y de entre todos los griegos había un grupo especial de griegos frikis, llamados sofistas, que sentaron las bases de lo que se conoce como la Retórica. La Retórica se considera la primera manifestación del poder de la palabra en el ámbito público. Ahí es nada.

En aquella época la gente famosa no eran deportistas de élite, concursantes de realities o cantantes. Los famosos de la antigüedad eran los que mejor hablaban en público. Así que los griegos se preparaban muy en serio sus discursos. Su misión era convencer, persuadir y motivar a su audiencia. Algo muy parecido a las charlas TED modernas, pero sin el postureo.

Los sofistas griegos dieron el pistoletazo de salida al desarrollo de la Retórica, pero fueron los romanos los que le dieron el toque definitivo. Los romanos decían que la Retórica era ars bene dicendi, es decir, el arte de expresarse de manera adecuada para lograr la persuasión del destinatario. Traducción para millennials: hablar bien mola.

Fue un romano, Cicerón, trescientos años más tarde, el que decidió estructurar la Retórica como un sistema de procesos y recursos que actúan en distintas fases del discurso. Marco Tulio Cicerón afirmaba que un discurso no solo consiste en hablar ante un público, sino que tiene varias etapas y mucho trabajo previo. Y no le faltaba razón al amigo Cicerón, como veremos.

cicerón discurso sofista

El mundo ha cambiado mucho en los últimos dos mil quinientos años pero los humanos no hemos cambiado tanto. Los griegos y los romanos no tenían Internet pero era gente que se enfadaba, se reia y amaba de formas muy parecidas a nosotros. Así que si cogemos sus herramientas para la oratoria y las explicamos de forma que cualquier persona de este siglo pueda entenderlas, quizás encontremos una buen método para hablar bien en público.


Aprende a hablar en público en 5 sencillos pasos con los sofistas

Imaginaos ahora a Cicerón, un romano de toda la vida, con su toga y sus sandalias, haciendo un videotutorial sobre retórica. Yo me lo imagino así: ¡Ey! ¿Qué pasa, centuriones? Hoy os traigo un videotutorial para aprender a usar la retórica para petarlo en el Senado y en el Coliseum. Solo son V pasos bien sencillos. ¡Y recuerda, dale al like y suscríbete a mi canalum!

Perdón por esto. Pero, efectivamente, la Retórica se puede dividir en cinco grandes etapas, todas ellas importantes y correlativas. Sin la anterior no podemos pasar a la siguiente.


Fase 1: Inventio

Efectivamente, todo comienza con la invención. En Designthinking.gal nos encanta la palabra inventar y en este contexto, inventar se refiere a la capacidad de encontrar los argumentos que hagan convincente la causa que quiere defender el orador.

No se trata de inventarse cosas falsas, sino de hacer acopio de argumentos que nos servirán luego para elaborar nuestro discurso. En este punto tenemos que pensar si queremos emocionar, convencer o ambas cosas.

Si queremos emocionar buscaremos argumentos que apelen a las sensaciones y a las emociones (cómo me siento con el tema que voy a tratar, qué opina la gente en general, cuales son las sensaciones que despierta…).

Si queremos convencer nos vamos a los datos. Buscaremos artículos, trabajos científicos, estadísticas y cualquier documento que aporte información fidedigna. También es importante encontrar contraargumentos, textos y discursos que sostengan una tesis contraria a la nuestra.

Esta fase es tediosa y requiere mucho trabajo de campo. Si queremos hacer el discurso del siglo, tendremos que encontrar los argumentos del siglo. Cuanta más información recopilemos en este punto, mejor.  Al final tendremos un buen puñado de argumentos a favor (y unos cuantos en contra) que serán la base para la creación de nuestro discurso.


Fase 2: Dispositio

Ahora llega el momento de ordenar todas las ideas y argumentos que hemos recopilado. Imaginad que tenéis una lista de veinte ideas y argumentos. Probablemente no todas lleguen a estar en el discurso final. Quizás alguna sea redundante o quizás alguna sea superflua.

Lo importante aquí es definir las ideas clave, los argumentos más potentes. A veces llega con una sola idea y otras veces pueden ser más. Lo normal es que en un único discurso no des más de tres ideas claves y si consigues quedarte solo con una, mejor. El tema central de tu discurso será ese.

De toda tu lista de ideas y argumentos algunas serán más fuertes y otras más débiles, algunas más impactantes y otras menos, algunas objetivas y otras subjetivas. Lo importante aquí es clasificarlas, aunque sea mentalmente, ya que el siguiente paso dentro de la Dispositio es la ordenación de esas ideas, por eso debes tenerlas clasificadas. El criterio lo decides tú.

IDEA: podrías escribirlas en post-its de colores y colocarlas en una pared o una pizarra, para poder moverlas y ordenarlas como creas conveniente.

Una vez clasificadas en función de alguna variable que tú decidas, llega el momento de ordenarlas de cara a la escritura del discurso. Hay muchas formas de ordenar las ideas, aquí te dejo dos:

Con respecto a la cronología

-Orden natural y diacrónico: sencillamente ordena las ideas como una sucesión de hechos lineales o bien un encadenamiento lógico. Dicho de otro modo: empiezas por el principio y terminas por el final. Parece una trivialidad, pero existen otras formas de contar algo de forma más impactante. Por ejemplo, pensad en la película El Club de la Lucha. La primera escena que vemos es la escena final de la película. Nos la muestran al principio para impactarnos. Eso nos lleva a…

-Orden artificial: decidimos modificar el orden natural de los acontecimientos o las ideas que tenemos para reforzar el interés del público en algún aspecto concreto.

Con respecto al peso de los argumentos

-Orden creciente: primero los argumentos más débiles, luego los fuertes.

-Orden decreciente: primero los argumentos potentes, luego los menos impactantes.

-Orden nestoriano: se colocan argumentos potentes al principio y la final y, en medio, los argumentos más débiles.

Hasta aquí aún no nos hemos puesto a escribir nuestro discurso. Sencillamente hemos recopilado nuestros argumentos y los hemos organizado. El siguiente paso tiene un componente creativo muy importante, ya que tendremos que escribir con la intención de impactar a un público concreto. A continuación veremos las tres que faltan.  Pero antes, hay un punto intermedio entre la fase 2 y la fase 3 que merece la pena mencionar.


Las partes de un discurso según los sofistas

Los sofistas, que eran muy cuadriculados y ordenaditos, determinaron que un buen discurso debe tener unas fases bien diferenciadas. Del mismo modo que una buena historia tiene presentación, nudo y desenlace, un discurso sofista tiene varias partes que funcionan como un todo. Y estas partes son:

Exordio: el comienzo del discurso. Es la escena inicial de la peli, algo que impacte, algo que enganche. Puede ser un dato sorprendente, una pregunta a la audiencia, una demostración empírica de algo…lo que sea con tal de que la audiencia quiera seguir escuchando.

Narratio: la exposición de los hechos. Aquí los sofistas se ponían serios (no es que el resto del tiempo fuesen el alma de la fiesta, pero bueno) y exponían su tesis.

Demostratio: una vez expuestos los hechos toca demostrarlos. Aquí valen testimonios, estadísticas, estudios o cualquier información que sustente nuestra tesis.

Epílogo: recapitulación y golpe de gracia. Reforzamos nuestra tesis volviendo a decirla y lanzamos un mensaje que conmueva a la audiencia. Podemos lanzarles una llamada a la acción, una frase final que impacte, una reflexión o incluso un chiste. La clave es redondear el discurso y que quede como un todo, empaquetadito y listo para ser digerido por las masas.

¿Os suenan de algo estas fases? Para mi se parecen mucho a las pautas que dan los expertos para realizar charlas tipo TED efectivas. Puede que utilicen otros nombres y que cambie ligeramente el esquema pero como veréis, la estructura de una charla moderna y el esquema sofista son muy parecidas. Sigamos ahora con la tercera fase.


Fase 3: Elocutio

Ahora que tenemos nuestros argumentos organizados en un orden determinado, llega el momento de escribir de forma efectiva nuestro discurso. Una de las claves aquí es pensar en nuestra audiencia. ¿Para quién va a ser nuestro discurso? ¿Quienes estarán delante de nosotros cuando hablemos en público?

templo grecia discurso sofista

No es lo mismo dar una charla para alumnos de instituto, para jubilados, para expertos en la materia que vamos a tratar o para neófitos. Si vamos a hablar delante de personas no expertas, tendremos que utilizar lenguaje sencillo, buscar analogías con el mundo real y argumentos impactantes, que llamen mucho su atención para que no pierdan la concentración en nuestras palabras.

Si estamos delante de público experto tendremos que demostrar que nosotros también lo somos y para ello nos centraremos en los argumentos más sólidos y quizás menos conocidos del tema que tratemos.

Y aquí llega la parte más creativa del proceso: la escritura formal de nuestro discurso. Aquí hay que enfrentarse al folio en blanco, pero tranquilos, porque no está blanco del todo. Está algo manchado ya con nuestros argumentos organizaditos según las fases del discurso sofista.

Ahora la clave es traducir al lenguaje natural y entendible por nuestra audiencia cada una de esas fases. Esto requiere tirar de creatividad y conocimiento de nuestra audiencia. Es un trabajo, además, que no termina nunca. Cuando demos nuestra charla notaremos que hay cosas que funcionan y cosas que no funcionan y nuestra tarea será reescribir partes de nuestro discurso. Con el tiempo, a base de hacerlo muchas veces, nuestro discurso irá mejorando en base a este ciclo de escritura-testeo-reescritura. Algo muy parecido ocurre en la metodología del Design Thinking, que es un proceso circular en el que tras la fase de testeo volvemos sobre nuestros pasos para mejorar alguna de las fases anteriores.

Otros aspectos a tener en cuenta son la longitud de las palabras que utilizamos, la longitud de las frases, el ritmo interno del discurso, la corrección ortotipográfica, el uso de figuras retóricas, etc.


Fase 4: Memoria

Hasta la fase anterior todo el proceso se ha referido al lenguaje escrito. Ahora llega el momento de traducir nuestro flamante discurso a la oralidad. ¡Ojo! No se trata tanto de recitar de memoria el discurso como de interiorizarlo. Evidentemente puedes memorizarlo y repetirlo como un loro allá donde vayas, pero perderá naturalidad. Aquí difiero un poco de los sofistas (no tenemos que hacerles caso al 100%) ya que ellos sí abogaban por la memorización absoluta del texto.

Yo prefiero interiorizar el discurso y naturalizarlo. Sabemos los argumentos, sabemos el orden y hemos creado un texto maravilloso (y sin faltas de ortografía). ¿Por qué no intentar contarlo en lugar de recitarlo?

Para las personas que no están acostumbradas a hablar en público ceñirse a un guión cerrado es la mejor forma de dar los primeros pasos en la oratoria, pero en cuanto se adquiere un poco de confianza lo mejor es dejar a un lado el guión y pasar a contar la historia con naturalidad. Es como andar en bici, primero con ruedines y luego sin ellos. Puede que te lleves una caída o dos, pero una vez aprendes, nunca lo olvidas.


Fase 5: Pronuntiatio

estatuas discurso sofista

Llegamos a la fase final. Como si fuese un videojuego nos toca enfrentarnos al monstruo de la última pantalla. En nuestro caso ese monstruo tiene forma de audiencia, escenario y micrófono. Todo el trabajo que hemos realizado hasta ahora se puede quedar en nada si no tenemos en cuenta el entorno donde daremos la charla y nuestro propio ser.

Empecemos por el escenario. Tenemos que tener muy claro qué tipo de microfonía tendremos (diadema, micro de mano, sin microfonía…), si tenemos que exponer desde un atril o tenemos un escenario amplio, que luz habrá, si contamos con apoyo audiovisual (video, audio, powerpoint…). Quizás nuestro discurso sea una charla en un bar o bien en un auditorio delante de 3000 personas. Es muy importante ser conscientes de todos estos aspectos. Y si no sabemos algo, debemos preguntar a la organización lo antes posible y tener previstos planes b, c y d.

Y finalmente llegamos a nosotros mismos. Muchas veces nos olvidamos de pensar en nuestro yo, pero los sofistas lo tenían muy presente (es lo que tiene pasar la vida filosofando). Importa la ropa que llevemos, el peinado, nuestra voz, nuestro ritmo al hablar, nuestro lenguaje corporal. Importa todo. Por ejemplo Hitler (sí, he dicho Hitler) posaba durante horas delante del espejo para parecer más autoritario. El tipo ponía poses, alzaba la mano, miraba por encima del hombro, fruncía el ceño… y de tanto practicar parecía el más ario de los arios, a pesar de ser bajito y moreno. Hitler no es el mejor ejemplo en muchas cosas, pero no podemos negar que era un gran orador.

Ah, y sonríe. La sonrisa empatiza más que cualquier palabra. Si disfrutas de la charla y consigues transmitir ese disfrute, tu audiencia también lo hará.

Epílogo

Como si de un discurso sofista se tratase, llegamos al final de este resumen sobre la Retórica. Cada una de las fases se puede desgranar y estudiar por separado, pero me gustaría que a las avispadas mentes que hayan conseguido llegar hasta aquí les quede claro que hablar en público es una tarea complicada pero, al mismo tiempo, existen multitud de herramientas y técnicas que pueden ayudarnos a hacerlo. Una de ellas es recurrir a los sofistas. Ya lo dijo Cicerón: velle est posse, querer es poder. Vale, realmente no lo dijo Cicerón, pero he quedado como un auténtico sofista, ¿verdad?

 

Bibliografía:

Pastor, L. (2010). Retórica Express. Barcelona: UOC.

Leave a Reply