consumo colaborativo
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Feb

Por qué somos fans del Consumo Colaborativo

Algún día miraremos hacia atrás al siglo XX y nos preguntaremos por qué nos dio por ser propietarios de tantas cosas.

Mirando aún más allá, tras miles de años de economía de subsistencia, en el siglo XX las economías industriales de Occidente y del resto del mundo se lanzaron a la producción de bienes de consumo: coches, neveras, televisores, teléfonos, ordenadores… Se apelaba a una sociedad de propietarios que la publicidad se encargó de construir.

¿Por qué no compartir coche, buscar alojamiento en la casa de alguien que no conoces o alquilar una bicicleta cuando estás de viaje?

«La tendencia es evidente: el acceso vence la posesión. El acceso es mejor que la propiedad». (Kevin Kelly)

El origen del consumo colaborativo

¿Dónde está el origen del Consumo Colaborativo? En Internet y en la recesión.

  1. Napster permitió la digitalización y la posibilidad de compartir, lo que hizo que poseer CDs resultase superfluo.
  2. En 2008 se derrumbó la arquitectura financiera que se construyó para soportar la propiedad (hipotecas basura, fondos tóxicos…)

Las personas no pueden acceder a la compra de artículos si están sin trabajo. Esto aún es más acusado  entre los jóvenes que se han llevado la peor parte de la recesión, con una tasa de desempleo del 25% en nuestro país. Ellos son los que están liderando el cambio hacia una forma diferente de consumo, un consumo de colaboración: alquilar, préstamo e incluso compartir bienes en lugar de comprarlos.

Empresas como Netflix con más de 20 millones de suscriptores de pago de una cuota permite compartir DVDs: No es más que una evolución de las antiguas empresas de alquiler de video, adaptado a la era de Internet.

Hay un componente ecologista: intercambiar y alquilar significa producir y gastar menos cosas, lo que además de ser bueno para el planeta, nos hace mejores. Alquilar un taladro el día que necesitas hacer un agujero es más barato y sostenible que hacerse con uno.

El movimiento cala en un estilo de vida urbano donde tenemos vecinos y carecemos de espacio de almacenamiento.

El beneficio real de este tipo de consumo es social: compartir cosas, incluso con extraños que solo hemos conocido online, y el intercambio de igual a igual Implica un resurgir de la comunidad.

Esto funciona porque se ha puesto en marcha una nueva divisa: la confianza. ¿Cómo sino meter en casa a un desconocido, montarte en su coche o prestarle dinero?

«No hay placer en poseer una cosa no compartida» (Séneca)

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